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Ilustración Rebecca Dautremer |
Refresca. Las noches se hacen más tratables, y apetece sentarse cerca de la ventana a ver los coches pasar.
Con el ordenador sobre las rodillas y la taza de té en una mano. En el baño, el agua llena la bañera, parece que esta noche estoy predispuesta a recordar.
Nostálgica. Quizá.
Aún después de 9 años fuera de la ciudad, Barcelona no me ha resultado ni muy distinta ni muy distante. La mayoría de locales y lugares que recuerdo siguen en el mismo lugar, y la mayoría de personas que aún me recuerdan, se han interesado por mí y por mi vida social.
En realidad, soy yo la que no encajo, ni en los lugares que antaño frecuentaba, ni en los círculos de amistades que dejé.
Desubicada. Tal vez.
A los 22 años me escapé de una Barcelona soleada y aburrida en busca de la ciudad gris y viva de Londres, donde debía encontrar mi madurez y a un hombre: Rodrigo, mi primer amor. Regreso ahora sin la madurez, y sin Rodrigo, incluso sospecho que tampoco me traigo a mí, o por lo menos a aquella que fui.
Y aunque el trabajo, las antiguas amistades, y mi tía Julia, hacen todo lo posible para que me abra nuevamente a la preciosa y elegante Barcelona, soy yo la que rehuso hacerlo.
Inadaptada. Sin duda.
Y ahora, una bañera llena de agua caliente me está esperando. Lo que sea con tal de dormir y permitir que mi piel vuelva a ser humana el sábado, cuando volveré a ver a Rodrigo, después de tantos años.
¡ Hasta el próximo insomnio!
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