martes, 21 de septiembre de 2010

Concavidades peligrosas

Ilustración de Mats Gustafson
¿Os habéis sentido alguna vez cómo que la vida que lleváis es la equivocada? ¿Cómo si en algun punto del recorrido la decisión tomada no hubiera sido la acertada? ¿Y no sabéis ni cómo ni dónde para volver hacia atrás?

No me malinterpretéis, cualquiera que me conozca diría que llevo, dentro de lo posible, la vida que quiero, con pocas cadenas que me permiten un cierto gradeo de libertad, con cierto éxito profesional y personal. Pero existen ciertos puntos de inflexión, en los que debemos que decidir, y la decisión suele ser la equivocada cuando reflexionamos al mirar atrás. Y es curioso... las formas en las que nos recriminamos el error que hemos creído cometer.

Suelo soñar con Mats, con su cuerpo desnudo y su pálida piel. Sueño con la cuenca alargada que se le forma en el espalda por la columna vertebral; con la curvatura nace en su labio superior y muere en su nariz delgada; y con la erótica hendidura de su clavicula. Y siempre que sueño con sus concavidades, me despierto, angustiada y sudorosa, pálida como su piel.

Echo de menos a Mats.

Mats ha sido en mi vida un doble punto de inflexión, precioso cuando la curva es cóncava y te hace ascender, hacia la cúspide; y siniestro cuando se converiten en convexos y desciendes sin sentido, hacia el abismo. Y vuelve ese mala sensación que dejó mi abandono, el mismo que le hizo volver a Suecia, y el mismo abandono que me ha hecho regresar a España.

Y es peligroso cada vez que sueño con sus concavidades, por las que podía entrar y encajar casi a la perfección, porque me recuerdan a los momentos dulces, a la convivencia, a la amistad, a la mano que me encontraba al caminar. A Mats y al día en que le abandoné, en Londres, mientras la lluvia caía, y el gris se hacía tan evidente como que Mats no me amaba.

¡Hasta el próximo insomnio!

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